Por Raúl Pino. Investigador Joven CAC, Ingeniero Civil Industrial PUCV y Diplomado en Educación Ambiental para el Cambio Climático.
La educación es un pilar clave (y natural) de una sociedad consciente, libre y respetuosa con su entorno. Hoy enfrentamos una crisis ambiental causada por nuestra acción, con consecuencias climáticas que no podemos ignorar. Estas van a incidir en nuestra seguridad, infraestructura, salud física y mental, y por tanto en nuestra economía.
Es hora de dejar atrás la indiferencia sobre las consecuencias de nuestras micro-decisiones y adoptar un enfoque proactivo, basado en habilidades que se integran mucho mejor desde la niñez: observar, interpretar, cuestionar y actuar en consciencia de nuestro entorno ambiental.
Niños, niñas, adolescentes y juventudes deben aprender a cuidar el planeta tanto como aprenden matemáticas o música. Y la gran virtud de la educación ambiental es que no compite con otras áreas; al contrario, las enriquece, integrando conocimientos, explorando curiosidades y promoviendo decisiones integrales y responsables.
Los adultos, no están exentos del deber de aprender del cuidado del planeta. Hemos sido testigos de cambios drásticos en los últimos 30 años, en un claro deterioro ambiental, pero también hemos adquirido nuevas herramientas. Con el fin de educar y educarnos, debemos tomar la oportunidad de combinar lo analógico y lo digital para crear experiencias educativas que desarrollen sinergias entre estudiantes, docentes, familias y comunidades.
Reconocer y respetar a otros, y otras formas de vida, es un gran objetivo para un mundo más sostenible. Aquí yace el desafío generar aprendizajes significativo con y para el ambiente.
